martes, 26 de agosto de 2008

Nicolas Maquiavelo

INTRODUCCIÓN:







Con el Renacimiento, aparece en la realidad política del mundo, una nueva magnitud política: el Estado nacional que lucha por su autoridad, por su liberación de los lazos supranacionales del sistema medieval, por su unificación y organización unitaria.
A principios del siglo XVI, casi toda Europa occidental ofrece una estructuración basada en monarquías absolutas (con su poder absoluto: soberanía), que adoptan una política consciente de explotación de recursos nacionales, de fomento del comercio, tanto interior como exterior, de desarrollo del poder nacional, y de concentración de las fuerzas militares y de la administración de justicia.

También es necesario destacar, que la aparición del Estado moderno, caracterizada por los monarcas absolutos que centralizan la lucha por su primacía (en lo interior, contra los señores feudales y en lo exterior, contra el pontífice y el emperador), hubiera sido imposible sin un apuntalamiento ideológico. Así, se señalan como los tres grandes jalones del absolutismo monárquico a: Maquiavelo, con su separación de la política de la moral; Bodin, con su teoría de la soberanía; y Hobbes, con su concepto de soberanía absoluta, sin límites.

El propósito principal de este trabajo es analizar "El Príncipe" considerado como texto fundador de la Ciencia Política, aunque hoy en día, esta disciplina se ha desarrollado mucho mas allá de aquellas recomendaciones. Por eso nosotros hemos decidido hablar de este gran filosofo que fue Nicolás Maquiavelo




























DEDICATORIA































Nosotros dedicamos este trabajo
a todas las personas que han
sufrido una mala administración
de justicia y que han tenido que
pagar esta por la mala
administración de esta



CAPITULO I

1.- BIOGRAFÍA:

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469, Nacido en el seno de una familia noble empobrecida, fue escritor, jurista, diplomático y político. Consagró su vida a la teoría y praxis política, la que dedujo de su observación y su experiencia directa de la confusión política. Su prestigio comenzó pronto, y a los veinticinco años se le nombró secretario del gobierno Dei Dieci. Se desempeñó, luego, en distintas legaciones en algunos estados de Italia y en Alemania, misiones éstas que hubo de comentar en sus escritos, En 1502 contrajo matrimonio con Marietta Corsini, del mismo nacieron cinco hijos. Sus actividades como embajador duraron hasta el año de 1512, en que se le dieron responsabilidades políticas y técnicas incluyendo la organización de una infantería nacional y de una caballería. También Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su pensamiento político, centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. Su principal objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, siempre amenazada por las grandes potencias europeas, y para conseguirlo creó la milicia nacional en 1505. Intentó sin éxito propiciar el acercamiento de posiciones entre Luis XII de Francia y el papa Julio II, cuyo enfrentamiento terminó con la derrota de los franceses y el regreso de los Médicis a Florencia (1512).

En el año 1513 es alejado del poder y comienza una época de persecución contra él. Los Médicis lo encarcelaron y fue sometido al tormento, acusándosele de conspirador. Ya había publicado para entonces obras filosóficas y literarias, pero luego de ser prácticamente desterrado de Florencia, desde su casa de campo, intensificó sus tareas; y gracias a la atracción que siempre experimentó el gran Lorenzo de Médicis, uno de los espíritus más representativos del Renacimiento por las artes y las letras, pudo Maquiavelo obtener su favor.

Muy distinguido también como tratadista y crítico militar, publicó obras muy notables de este carácter como "El arte de la guerra", "Ordenanza de la Infantería" y "Ordenanza de la Caballería". En otros aspectos, destacan su "Discurso sobre las Décadas de Tito Libio", "Discurso sobre la Lengua", "Historia Florentina", "Mandrágora" y "Discurso Moral".

En todas sus obras, revela Maquiavelo su gran cultura, un pensamiento ágil y profundo y dotes extraordinarias de escritor. Maneja el idioma con personalísimo estilo y suprema elegancia. Físicamente, era Nicolás Maquiavelo un hombre enjuto, de regular estatura y rostro anguloso, expresivo y sereno.

Murió el 22 de Junio de 1527, a la edad de 58 años, en Florencia. Sus restos fueron inhumados en Santa Croce.







1.2.-PENSAMIENTO DE NICOLÁS MAQUIAVELO :

El significado de la filosofía de Maquiavelo ha sido una de las cuestiones más debatidas de la historia moderna. En El Príncipe se marca la radical diferenciación entre el plano de la moralidad y el de la política, entre el deber ser y el ser. Convencido de que ningún Estado podía basarse en los principios de bondad y moralidad tradicionales, sostenía la doctrina del poder. Al hacer eso descubrió uno de los principios básicos de la moderna teoría política: independientemente de las intenciones humanas o inhumanas que se tengan, el gobierno que vaya a subsistir debe poseer poder para hacerlo y debe entender la técnica de emplear dicho poder. Crossman lo expresa de la siguiente manera: «El Príncipe no se refiere para nada a la moralidad, ni contiene un método científico ni religioso. Es un manual no para el estadista, sino para el gobernante, en el que se expresa en breve páginas la esencia del Renacimiento, en cuya edad nació la teoría del Estado-nación».

Si bien no se puede decir que el método de Maquiavelo sea rigurosamente científico, sí se puede destacar que viviendo en una época en la que se estaba derrumbando el viejo orden político europeo y en la que estaban surgiendo nuevos problemas, tanto en el Estado como en la sociedad, trató de interpretar el significado lógico de los acontecimientos, de prever los resultados y de descubrir y formular reglas objetivas para dirigir la acción política. Hay, pues, la intención de conocer para prever.

Los puntos básicos de la filosofía que anima el mensaje de El Príncipe son dos: la idea de que en todos los Estados existe un poder supremo: el soberano, y la afirmación de que el control del poder es la justificación de la soberanía. Como representante del Renacimiento, Maquiavelo concebía que este mundo no era un «valle de lágrimas» sino un nuevo mundo abierto al hombre libre y razonador, capaz de conquistarlo y moldearlo según su deseo. En este sentido captó el carácter de la sociedad renacentista; era un producto de la nueva oligarquía; se basaba en la fuerza, y el ideal que predicaba para el hombre libre y racional, no podía ser llevado a la práctica sino por el gobernante.

Se considera a Maquiavelo como el creador del significado que se ha atribuido al Estado en el pensamiento político moderno: el Estado como fuerza organizada, suprema en su propio territorio, y que persigue una política consciente de engrandecimiento en sus relaciones con otros Estados; el Estado sobre el cual recaen en mayor grado cada vez el derecho y la obligación de regular y controlar las demás instituciones sociales y de dirigirlas siguiendo líneas trazadas en interés del propio Estado. El papel que el Estado así concebido ha desempeñado en la política moderna, es un indicador de la exactitud con que Maquiavelo percibió la tendencia de la evolución política.

Si bien la concepción del hombre en Maquiavelo era típica del Renacimiento, no puede decirse, sin embargo, que representara el sentir general de su época en cuanto a la separación de la política y la religión. Durante mucho tiempo la sociedad occidental continuará pensando, no en los términos de política secular, como él la concebía, sino teológicamente, y considerará como blasfemia su filosofía de la vida.

Al rechazar la visión teológica, Maquiavelo implícitamente tampoco aceptaba la ética que la acompañaba. Los estratos más avanzados de su sociedad eran también conscientes de la imposibilidad de regir la convivencia internacional mediante las normas evangélicas, pero no se atrevían aún a negar su valor absoluto. Seguía considerándose, además, que la conducta de cada individuo debía caer siempre bajo las normas que se consideraban emanadas de Dios. Maquiavelo, en cambio, no admitía más valores que los puramente humanos; «al poner al hombre frente a sí mismo y ya no frente a un sistema de valores trascendentes, afirma Romano, el secretario florentino trata de disponerle, precisamente, a una consideración realista de su propia realidad individual y colectiva.»
Si bien esta toma de conciencia no pudo ser comprendida en su época, lo significativo de Maquiavelo fue el haber abierto una nueva forma de reflexión política. Esta innovación radica en el hecho de considerar a los problemas políticos como objeto autónomo y al estudio de la política como disciplina autónoma que no lleva a la política a un sistema más general de problemas ni subordina, orgánicamente, las soluciones políticas a las soluciones religiosas, éticas o filosóficas. Es desde esta perspectiva que se ha afirmado que con El Príncipe se inicia la ciencia política moderna


1.3.-LA FORTUNA Y VIRTUD:

Maquiavelo se esforzó por captar la oculta racionalidad de la historia, por comprenderla como pasado para poder crearla, al mismo tiempo, como porvenir. El haber participado en acontecimientos muy dramáticos por los que atravesó su ciudad le llevó al igual que la lectura de la historia a percibir el carácter trágico y siempre incierto de los acontecimientos terrenos, la fuerza a veces abrumadora de la adversidad. Los elementos que los hombres no pueden dominar los simbolizó en la idea de fortuna, concepto que contrapone a lo largo de su obra al de virtud. Constata el hecho de que nadie, cualquiera que sea su virtud, está completamente sustraído a esa fuerza ciega que es la fortuna, el fatum, y plantea las relaciones entre ambas de la siguiente manera:

No se me oculta que muchos han tenido y tienen la opinión de que las cosas del mundo están gobernadas por la fortuna y por Dios hasta tal punto que los hombres, a pesar de toda la prudencia, no pueden corregir su rumbo ni oponerles remedio alguno. Por esta razón podrían estimar que no hay motivo para esforzarse demasiado en las cosas, sino más bien dejar que las gobierne el azar.19

Su postura es que el hombre puede y debe resistir a la fortuna, prepararle con su virtud duros obstáculos ya que, dondequiera que los hombres son débiles, la fortuna se muestra fuerte. En El Príncipe recurre a la alegoría de los ríos:

...para que nuestra libre voluntad no quede anulada, pienso que puede ser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de las acciones nuestras, pero la otra mitad o casi, nos es dejada, incluso por ella, a nuestro control. Yo la suelo comparar a uno de esos ríos torrenciales que, cuando se enfurecen, inundan los campos, tiran abajo árboles y edificios, quitan terreno de esta parte y lo ponen en aquella otra; los hombres huyen ante él, todos ceden a su ímpetu sin poder plantearle resistencia alguna. Y aunque su naturaleza es ésta, eso no quita, sin embargo, que los hombres, cuando los tiempos están tranquilos, no puedan tomar precauciones mediante diques y espigones de forma que en crecidas posteriores o discurrirían por un canal o su ímpetu ya no sería ni tan salvaje ni tan perjudicial. Lo mismo ocurre con la fortuna; ella muestra su poder cuando no hay virtud organizada y preparada para hacerle frente y por eso vuelve sus ímpetus allá donde sabe que no se han construido los espigones y los diques para contenerla.20

Sobreponerse a la fortuna por medio de la virtud: esta idea es medular en Maquiavelo, ya que está firmemente convencido de que la única forma en que Italia podrá salir de la situación de crisis en que se encuentra es a través de la virtud de un príncipe. No se puede culpar a la fortuna por los males que se presentan sino a la falta de previsión, de prudencia, a las malas decisiones. Maquiavelo introduce también el concepto de prudencia y sostiene que el que en un principado no detecta los males cuando nacen, no es verdaderamente prudente, pero tal cualidad solamente es concedida a pocos: «...la prudencia consiste en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y adoptar el menos malo por bueno».

Contra la mala fortuna y el cambio de fortuna dice Maquiavelo ha de proveerse el príncipe precisamente en los momentos de buena fortuna; la previsión es otra de las cualidades que no pueden faltar a un príncipe virtuoso y considera que «estos príncipes nuestros que durante muchos años habían conservado sus principados, pero que han terminado por perderlos, no deban echar la culpa de ello a la fortuna, sino a su propia indolencia, porque no habiendo pensado nunca en tiempo de paz que podían sobrevenir cambios (es un defecto común entre los hombres no tener en cuenta la tempestad cuando la mar está en calma), cuando después vinieron tiempos adversos sólo pensaron en huir y no en defenderse.

Aunque Maquiavelo reconoce que la «condición de los tiempos» es causa de la caída de los gobernantes, será su visión del hombre como artífice de la sociedad la que prevalecerá e influirá en las concepciones posteriores de la historia que harán énfasis en el estudio de las grandes personalidades, los reyes, generales y héroes


1.4.-SU MÉTODO:

Como pensador del Renacimiento, Maquiavelo inaugura un nuevo método de concebir las cosas políticas. Así lo expresa él mismo en su prólogo a los Discursos:

Aunque por la natural envidia de los hombres haya sido siempre tan peligroso descubrir nuevos y originales procedimientos como mares y tierras desconocidos, por ser más fácil y pronta la censura que el aplauso para los actos ajenos, sin embargo, dominándome el deseo que siempre tuve de ejecutar sin consideración alguna lo que juzgo de común beneficio, he determinado entrar por vía que, no seguida por nadie hasta ahora, me será difícil y trabajosa; pero creo me proporcione la estimación de los que benignamente aprecien mi tarea.

Su método consiste en hacer un análisis de los acontecimientos políticos, a partir ya sea de su propia experiencia política, ya sea de la historia, como afirma en el prólogo a El Príncipe: «No puedo ofreceros mejor regalo que el procurar sepáis en brevísimo tiempo cuanto yo he aprendido en tantos años y con tantas molestias y peligros».8

Su objetivo, según sus propias palabras, es poner a disposición de otros su experiencia política, base sobre la cual deberá actuar un gobernante. Al hacer esto se apartaba del camino tradicional escolástico que consideraba la vida política desde el punto de vista filosófico o teológico, como lo había hecho Santo Tomás en su Tratado de los príncipes, cuyas reflexiones se dirigían a esclarecer cuestiones tales como la esencia del gobierno, su justificación religiosa y moral, la relación del poder civil con el eclesiástico y la ley divina. Maquiavelo parte de la experiencia, prescinde de valoraciones morales o definiciones abstractas y establece generalizaciones útiles sobre el poder: le interesa saber cómo se alcanza y se mantiene, o bien, cómo se pierde y por qué. A cada momento hace patente su intención:

El que adquiere territorios nuevos de estas características debe respetar dos principios si quiere conservarlos: el primero consiste en extinguir la familia del antiguo príncipe; el segundo en no alterar ni sus leyes ni sus tributos.
Y quien no maneje bien estas reglas perderá pronto lo que haya adquirido y, mientras lo conserva, se verá enfrentado a infinitas dificultades y problemas.9

Maquiavelo analiza los factores que intervienen en un hecho político y las variantes que pueden tener; yendo de caso en caso va señalando cuales son las fuerzas a las que se enfrenta el gobernante y la forma en que debe actuar para lograr sus propósitos. Lo importante en él es pasar de los hechos a una auténtica reflexión del poder.

1.5.-EL PODER:

Más que la justificación teórica del poder, a Maquiavelo le interesa este hecho primario: el poder político es imprescindible y sobresale entre cualesquiera otras instituciones o condiciones de la sociedad; sin el poder político la sociedad se disgrega, desaparece. La política tiene su propio estatuto, no le son aplicables las leyes de la vida individual ni moral, ni las de cualquier otro tipo; deberá ser regida por leyes propias, acordes con su función de dar coherencia y subsistencia al cuerpo social.

Maquiavelo cree en el poder por encima de las formas que éste adopte, sea monárquico o republicano; lo que importa es que mantenga sujetos los intereses individuales y que unifique la convivencia, de la cual dependerán la grandeza, el desarrollo económico y el bienestar de los pueblos:

Un príncipe debe procurar a sus ciudadanos la posibilidad de ejercer tranquilamente sus profesiones, ya sea el comercio, la agricultura o cualquier otra actividad, sin que nadie tema incrementar sus posesiones por miedo a que le sean arrebatadas o abrir un negocio por miedo a los impuestos. Ante bien, debe incluso tener dispuestas recompensas para el que quiera hacer estas cosas y para todo aquel que piense por el procedimiento que sea engrandecer su ciudad o su Estado. Además de todo esto, debe entretener al pueblo en las épocas convenientes del año con fiestas y espectáculos.

Los escritos de Maquiavelo constituyen una amplia descripción de los diferentes factores que intervienen en el poder, siendo en última instancia el elemento básico la fuerza:

los principales cimientos y fundamentos de todos los Estados —ya sean nuevos, ya sean viejos o mixtos consisten en las buenas leyes y en las buenas armas. Y, dado que no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas y donde hay buenas armas siempre hay buenas leyes, dejaré a un lado la consideración de las leyes y hablaré únicamente de las armas.

Maquiavelo propugnó en su vida política y aconsejó en sus escritos la creación de fuerzas militares propias del Estado, abandonando la dependencia, muy frecuente en las ciudades italianas, de los ejércitos mercenarios: tener fuerzas suficientes, en esto estriba todo, tanto para adquirir como para conservar. El Príncipe y el Estado descansan y sólo pueden mantenerse mediante su autonomía o autosuficiencia, lo cual implica la posesión de la fuerza necesaria. En este sentido puede leerse El Príncipe como una reflexión sobre la fuerza y la seguridad del Estado.

Uno de los temas más importantes del pensamiento político de Maquiavelo es el de la organización del «consentimiento» general ante el poder político: cómo obtener la adhesión y el temor, y cómo evitar el odio. Los particulares ceden su propia decisión a la del gobernante por muchas causas: una de ellas es la ley que se hace costumbre difícil de desarraigar; otra es el amor o el temor al gobernante (Maquiavelo aconseja siempre el temor); otro factor importante es el interés, ya sea por la riqueza o la gloria.

Estos vínculos se forman por la interiorización que hacen los individuos del poder, lo cual los mueve desde dentro a seguir la voz del amo y a ser llevados por ella sobre sus propios deseos o voluntad. Sin embargo, existen individuos que no están sometidos al poder del gobernante y son considerados siempre como enemigos potenciales: hay que acabar con ellos o ponerlos en una situación tal que no les permita adquirir fuerza suficiente para disputar el poder a quien dirige el grupo: «...un príncipe prudente debe pensar en un procedimiento por el cual sus ciudadanos tengan necesidad del Estado y de él siempre y ante cualquier tipo de circunstancias; entonces siempre le permanecerán fieles».

1.6.-EL ESTADO:

Maquiavelo tiene una concepción totalmente diferente de la sociedad humana: para él el hombre es por naturaleza perverso y egoísta, sólo preocupado por su seguridad y por aumentar su poder sobre los demás; sólo un estado fuerte, gobernado por un príncipe astuto y sin escrúpulos morales, puede garantizar un orden social justo que frene la violencia humana. Fue el primero en usar la palabra estado en su sentido moderno. Algunos le atribuyen la invención de la dictadura moderna y su consiguiente Realpolitik, como expresión específicamente distinta de las antiguas formas de totalitarismo. Sus ideas políticas estaban impregnadas de sentido práctico y una visión realista de gobierno.



1.7.-RECEPCIÓN DE LA IDEA DE MAQUIAVELO:

Las doctrinas de Maquiavelo fueron universalmente reprobadas por todo tipo de monarquías y se escribieron numerosos tratados para rebatirla. Pero fueron leídas y practicadas de forma unánime, siguiendo el principio hipócrita que propugnaba el mismo Maquiavelo, quien para componer su libro se fundó solamente en lo que había visto en vez de preconizar vanas especulaciones moralizantes. La crueldad inteligente, para Maquiavelo, puede ser un atributo del buen gobierno cuando el monarca necesita asentar su autoridad, a fin de evitar el mal mayor del desgobierno. Goethe lo expresó con una famosa máxima: "Prefiero la injusticia al desorden”

CAPITULO II

2.- "EL PRÍNCIPE"

Si en la antigüedad, Constantinopla logró convertirse en una de las ciudades más importantes por su actividad cultural y comercial, Florencia logró un lugar excepcional por ese mismo aspecto durante los siglos XV y XVI.
Esta ciudad se encontró envuelta en la difusión de las nuevas ideas de la revolución renacentista. Se puede afirmar que esa urbe se constituyó en el epicentro del nuevo sistema político y cultural. Maquiavelo estuvo ligado desde muy joven a la administración política de esa ciudad y participó como arquitecto de la política exterior de la república.

El vínculo más decisivo de Maquiavelo con su lugar de origen fue su indeclinable y permanente decisión de defender la libertad de la república. Bajo ese deseo logró modelar su obra y ligar su vida al destino político de Florencia, aportando de manera sólida sus conocimientos de gran valor histórico.

El Príncipe es una obra, que a mi entender, refleja un esfuerzo de comprensión histórico por parte de Maquiavelo, sobre las realidades políticas de la Italia del siglo XV y XVI. Ya que ésta, se encontraba totalmente dividida, tanto por motivos políticos, como por la corrupción y alianzas de todo tipo, que evitaban la unión de Italia.
Su tiempo histórico es real y corresponde al proceso de tránsito de la Europa medieval a los tiempos modernos, sobre cuyas bases surgió posteriormente el modelo capitalista de organización de la economía.

La libertad mental conquistada por el hombre del Renacimiento y que lo apartaba de dogmas, para enfrentar de manera más creadora la realidad material, representa el nuevo espíritu con el que la burguesía ascendente organizó las relaciones sociales en la Europa de los siglos XIV, XV, XVI.
Si nos circunscribimos a la visión histórica sobre el Renacimiento, conformada por el investigador Jacques Pirenne en su libro "Las grandes Corrientes de la Historia", podemos admitir que ese sistema permitió en Europa el surgimiento de una civilización anclada en el individualismo.

La liberación de la individualidad en el Renacimiento contrastó con el estancamiento de la economía y de la persona, disuelta en el marco del grupo feudal. Durante el Feudalismo las artes, el pensamiento y el comercio alcanzaron un nivel de estancamiento extremo. La individualidad logró sobrevivir a través del misticismo. Éste fue el único escape de las ansias de pensamiento y acción.
Sostiene Pirenne que, "durante el Renacimiento los hombres se liberaron de la opresión de grupo, la náutica revigorizó el comercio y las florecientes burguesías urbanas reivindicaron su emancipación económica-social, al borrar la noción de dependencia jerárquica; abriendo así, el campo a la emancipación de la conciencia y a la reaparición del pensamiento. Así fue como se esbozó la era de la civilización occidental, en la que la emancipación de la persona humana correspondía a la expansión de la economía urbana".

No toda Europa logro ser cobijada por ese movimiento espiritual y económico renovador. En la Europa central el Feudalismo se mantuvo por varios siglos más.
El desarrollo de la ciencia permitió la libre investigación de los problemas humanos y de la naturaleza. La realidad se confronta a partir de la razón y de la experiencia concreta con el mundo, desmitificando el método escolástico. Maquiavelo constituye desde esa perspectiva una de las síntesis mas reveladoras del nuevo espíritu burgués, caracterizado esencialmente por una mentalidad profana e inquisitiva para la cual, la realidad inmediata y sensible es la fuente del conocimiento.
El historiador argentino José Luís Romero, en su penetrante ensayo: "Maquiavelo Historiador", afirma que la mentalidad burguesa imaginó al hombre instalado de forma inevitable en la realidad sensible: "la criatura humana dejó de ser pensada como una abstracción para ser vista como una realidad de carne y hueso, como un microcosmos real, anhelante de explayar su personalidad dual, como un individuo que se realizaba en el mundo terreno. La nueva imagen del hombre fue también un derivado de la experiencia".

Bajo el impulso de ese nuevo espíritu, Maquiavelo logró intuir, que los valores y la moral tradicional, cimentados por la iglesia católica, no se ajustaban al mundo cambiante e inestable que surgía en la Europa renacentista.
La Edad Media, había creado en Europa un sinnúmero de principados feudales, fraccionados y dispersos. Todos ellos operaban como factores adversos a la necesidad de centralización del poder, requerido por las nuevas clases sociales en su camino de expansión comercial.

La amplia experiencia acumulada por Maquiavelo en las cortes europeas, como representante de la cancillería florentina, su contacto con príncipes, y su observación de las decisiones gubernamentales, le brindaron una visión excepcional sobre el carácter de los hombres de Estado, y los alcances de sus actos políticos.

El ensayista inglés Quentin Skinner, autor del libro "Maquiavelo", y quien aporta novedosos datos sobre el desempeño de éste, como consejero de príncipes, afirma de los estadistas de este tiempo: "lo que todos ellos se negaban a reconocer, era que habrían tenido mucho más éxito si hubieran intentado acomodar sus personalidades respectivas a las exigencias de los tiempos, en lugar de querer reformar su tiempo según el molde de sus personalidades. Con el tiempo Maquiavelo colocó este juicio en el autentico corazón de su análisis sobre el caudillaje político en El Príncipe".

En "El Príncipe", se complementan de forma extraordinaria el creador literario, el investigador histórico y el analista político. Con esas ventajas, esta obra pudo situarse entre las más bellas construcciones de la prosa italiana del siglo XV y de la literatura universal de todos los tiempos. El hombre, que se sumerge en los hechos, y que vive intensamente los acontecimientos políticos de su época, no riñe con el observador que luego los mide y los confronta con su visión del Estado y de la naturaleza humana.
El poder, considerado como uno de los ámbitos de realización del espíritu humano, y el fenómeno político, visto como la expresión suprema de la existencia histórica que involucra todos los aspectos de la vida, es en mi humilde opinión, lo que impulso a Maquiavelo a escribir "El Príncipe".
El esquema general de la obra es el siguiente:
Los nueve primeros capítulos, responden a la pregunta de cómo se crea y se forma un principado y analizan el proceso de variada constitución de los principados.
Con mayor detalle aún:

Los capítulos del II al V, examinan la conquista de nuevas provincias por un Estado ya formado y organizado.
En los capítulos del VI a IX, se estudia la formación de un nuevo principado (como los de Francesco Sforza y César Borgia).
El capítulo X, trata de la capacidad general de lucha de un Estado contra el enemigo exterior.
El capítulo XI, está dedicado al peculiar tipo de principado que es el Estado de la Iglesia, para el cual no valen las reglas que rigen la vida de los demás Estados.
Con los capítulos XII al XIV, se pasa a las grandes cuestiones generales de la vida interna del Estado que se resumen en una sola: el ordenamiento de las fuerzas armadas.


En los capítulos del XV al XXIII, dedicados exclusivamente a la figura del príncipe, el análisis de Maquiavelo llega al máximo de realismo.
Tiene plena conciencia de decir cosas de las que nadie ha osado nunca hablar, cuando, en el capítulo XV, arremete contra los filósofos y escritores que han hablado de política.
He aquí la normativa del capítulo XVI: mejor es ser considerado parsimonioso, y no disipar las riquezas del Estado liberal, para luego gravar con impuestos a los súbditos.
Y los preceptos del capítulo XVII: más vale ser cruel a tiempo que inútilmente misericordioso; mejor es ser temido y respetado, que amado y no lo bastante respetado.
Y sobre todo, he aquí los muy famosos del capítulo XVIII, el más discutido y criticado de toda la obra maquiavélica: la necesidad del príncipe de no observar la fe (la palabra ) dada cuando tal observancia se le vuelva en contra o se hayan extinguido las causas que la hicieron prometer.

Finalmente, los capítulos XXIV al XXVI, ofrecen la vinculación abierta del tratado con la situación italiana del momento. El tratado concluye con los versos de la oda "Italia mía", de Petrarca.

El Renacimiento había dado inicio a la separación del poder eclesiástico del civil en el mundo, y las cuestiones religiosas quedaban restringidas al ámbito de la conciencia individual. La ciencia renacentista había despojado al hombre de su armadura teológica y le había devuelto la voluntad de organizar su existencia, sin temores o esperanzas de compensación espiritual en una vida ultraterrena.
El Estado también empezaba a concebirse como un poder civil, no ofrecido a los individuos por derecho divino sino por intereses económicos, de clases, o por ambiciones personales.

Fue esa gran mentalidad la que permitió la obra de Maquiavelo y de la que derivó su concepción del poder y de la política.
Maquiavelo no es ajeno a la moral. Y supo intuir antes que sus propios contemporáneos, que era imposible organizar un Estado en medio del derrumbe social de Italia.
Las opiniones posteriores sobre su obra, en lo concerniente a su política de maximizar los medios frente a los fines, en el ejercicio del poder, ignoran que el escritor florentino fue un ardiente partidario de la libertad. Y lo demostró con sus escritos, defendiendo las instituciones republicanas que fueron destruidas con la invasión de Francia y España a Italia; lo mismo que contra la corrupción, a la que consideraba una amenaza contra la libertad, virtud sin la cual ningún pueblo puede construir su grandeza.
"La experiencia muestra que las ciudades jamás han crecido en poder o en riqueza excepto cuando han sido libres", dijo Maquiavelo.

"El fin justifica los medios", no es una sentencia carente de moral y ética como han pretendido demostrar los críticos de Maquiavelo, sencillamente es una reflexión en la que reconoce que, de las mismas circunstancias que enfrenta "El Príncipe", él debe extraer las premisas necesarias para desenvolverse en un mundo cambiante.

El éxito de un soberano radica en tomarle el pulso a las situaciones, valorarlas y armonizar su conducta con la dinámica inherente a ellas. Son las necesidades las que impondrán una respuesta. Y con ello, Maquiavelo demuestra, que los hombres se miden con el mundo y actúan sobre él. Premisa infalible, que se había olvidado durante la Edad Media.

Ello significa, que la ambición de Maquiavelo de ver una Italia unida, expuesta de forma precisa en los consejos que en 26 capítulos sugiere al magnífico Lorenzo de Médicis, no constituyen un espejismo político, sino que puede llevarse al práctica en la realidad material a través de la lucha por el poder, y estimulando en los italianos los sentimientos comunes que configuraban la identidad cultural de ese país. Existe una circunstancia concreta: Italia invadida por fuerzas extranjeras, y una necesidad real: la liberación nacional y la construcción de la unidad política. El medio para lograrlo, es la guerra y el fin, adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos, organizándose como estado nacional.

Para Maquiavelo los fines políticos eran inseparables del "bien común".
La moral, para el diplomático florentino, radica en los fines y la ley, constituye el núcleo organizador de la vida social. Todo lo que atenté contra el bien común debe ser rechazado y por ello "la astucia, la hábil ocultación de los designios, el uso de la fuerza y el engaño, adquieren categoría de medios lícitos, si los fines están guiados por el idea del buen común; noción que encierra la idea de patriotismo, por una parte, pero también las anticipaciones de la moderna razón de Estado" (Romero).
Las simplificaciones de las que ha sido víctimas Maquiavelo, no han logrado minimizar esa nueva dimensión ontológica sobre el poder, genialmente concebida por el estadista florentino.

Para Maquiavelo está claro que, a diferencia de los países europeos, en Italia no había sido posible construir el Estado-nación. El soberano que fuese a enfrentar este reto histórico, necesitaría de una suma de poder, que lo convirtiera en un monarca absoluto. Esa empresa, solo es posible si el gobernante dispuesto a llevarla a cabo, arma a los ciudadanos para liberar a su patria de las fuerzas extranjeras. Cumplida esta tarea, procurará ofrecer al pueblo leyes justas; y éste a su vez , asumirá la defensa y seguridad de la nación.

El interés de Maquiavelo se centra, a través de toda su obra, en la política como "arte de conquistar el poder".
La política es, por tanto, el arte del príncipe o gobernante en cuanto tal. Y el príncipe, en cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto encarnación del Estado, está por principio (y no por accidente) exento de toda norma moral. Lo importante es, que tenga las condiciones naturales como para asegurar la conquista y posesión del poder, "que sea astuto como la zorra, fuerte como el león"... ("El Príncipe" Cáp. VIII)
Dice Maquiavelo que, "el príncipe que quiere conservar el poder debe comprender bien que no le es posible observar, en todo, lo que hace mirar como virtuosos a los hombres, supuesto que a menudo para conservar el orden de un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de la humanidad y caridad, y aún contra su religión"... ("El Príncipe" Cáp. XVIII).
Para Maquiavelo, la razón suprema no es, sino la razón de Estado.
El Estado (que identifica con el príncipe o gobernante), constituye un fin último, un fin en sí, no solo independiente sino también opuesto al orden moral y a los valores éticos, y situado de hecho, por encima de ellos, como instancia absoluta

El bien supremo no es ya la virtud, la felicidad, la perfección de la propia naturaleza, el placer o cualquiera de las metas que los moralistas propusieron al hombre, sino la fuerza y el poder del Estado y de su personificación el príncipe o gobernante.
El bien del Estado no se subordina al bien del individuo o de la persona humana en ningún caso, y su fin se sitúa absolutamente por encima de todos los fines particulares por más sublimes que se consideren.

El sentido de la vida y de la historia, no acaba para los hombres si ellos prosiguen en la tarea de perfeccionar la sociedad, sobre bases racionales que los trasciendan más allá del simple plano individualista o de atomización social en el que viven dentro de las sociedades contemporáneas de finales del siglo XX.
La permanente transformación de la política, como la soñó Maquiavelo, puede ser el camino para la humanización del poder y la sociedad.


2.1.- CONCLUSIÓN:

Leer a Maquiavelo o su obra "El Príncipe", es enfrentarnos al triunfo del espíritu renacentista sobre la religión, como también al lado más creador y sombrío de los hombres por obtener el poder, conservarlo y expandirlo en las justas proporciones que podamos gobernarlo y protegerlo, en la ardua e inconclusa tarea de manejar el poder ante la sociedad.

Generalmente se afirma que la historia es el registro de los actos de los hombres a través del tiempo. Desde esa interpretación, Nicolás Maquiavelo ve la disolución de una era del mundo medieval, y el nacimiento de una nueva realidad en la que el hombre, vuelve a ser la preocupación esencial de todas las cosas: el Renacimiento.
Si la política debía ser el arte de lo posible, para Maquiavelo, ello significaba que ésta debía de basarse en realidades. Las necesidades de cambio que él formuló, para su tiempo, fueron extraídas de su observación del mundo material y del estado de ánimo colectivo de sus compatriotas.

Sin embargo, en "El Príncipe", también se encuentra la reivindicación del Estado moderno como articulador de las relaciones sociales y la necesidad de que los hombres vivan en libertad.







2.2.- NUESTRA OPINIÓN SOBRE SU OBRA MAQUIAVELO:
En El Príncipe, Maquiavelo propuso las condiciones que habían de caracterizar a un príncipe, entendida esta figura como la cabeza o jefe del Estado. Podemos decir que es un libro práctico, pues pretende dar normas de acción. Intentó teorizar sobre la naturaleza del Estado, sobre la sociedad en que se sustenta y sobre todo en las formas de adquirir y perder el poder y las formas de mantenerse en él.La obra está profundamente determinada por el contexto histórico en que fue concebida. La atomización política que caracterizaba a la Italia del siglo XVI devino en la necesidad de requerir la actuación de estadistas poderosos, que consolidaran un Estado fuerte y unificado, un orden nuevo personalizado en un príncipe nuevo al que Maquiavelo convoca con urgencia a la tarea de redimir el país. De ahí también que reivindique al gobernante una política exterior agresiva y que la guerra se constituya como un instrumento básico para la constitución de su principado. En este último sentido, también reseñaba la importancia que, en la organización de un Estado, debía tener su ejército.

















BIBLIOGRAFÍA:

www.goecities.com

www.bografiasyvidas.com

www.maquiavelli.com.ar

www.paginassobrefilosofia.com

www.mgar.net

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